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Reflexión de agosto 

Nuestro enemigo espiritual, el diablo, aparece en muchas formas engañosas.  No podemos simplemente relajarnos y dejarnos sin vigilancia.  Él conoce nuestras debilidades y en su arsenal hay una serie de tentaciones que parecen inofensivas pero que pueden detenernos en seco.  No debemos tomar al diablo a la ligera.  Tenemos que estar preparados para defendernos de sus ataques.

 

Tenemos que orar fervientemente.  Ir a misa es esencial al menos una vez por semana.  Diariamente, si es posible. Necesitas remitir tus pecados a Dios en el sacramento de la Reconciliación.  A Dios le encanta recibir nuestros pecados, porque entonces Él tiene algo con lo que trabajar para ayudarnos mejorarnos.  Ofrécete, ofrécete todo de ti, pecados, sufrimientos, fracasos, alegrías, triunfos y éxitos a Dios durante la celebración de la Misa.  Mantente enfocado, participa plenamente , activa y conscientemente.  Escucha la Palabra de Dios y no te resistas sino simplemente acéptala.

 

Durante el tiempo de la comunión, celébrala con la digna recepción de la Sagrada Eucaristía y disfruta de la gloria de saberte salvado.   Agradezca continuamente al Señor, aunque la Misa ya haya terminado y todos se hayan ido.

 

Con estos sagrados hábitos, el resto del día y de la semana estarán llenos de gracia y de victorias espirituales.

 

El diablo debe ser puesto de rodillas y derrotado.  Debemos estar siempre atentos porque él está a la vuelta de la esquina, al acecho y listo para atacar en cualquier momento.

 

En la vida, las cosas no se hacen de una sentada.  Necesitamos paciencia perseverante para sostenernos, si la tenemos, y con la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en nuestra vida, con el tiempo, todos podremos y listo para defender y asestar un golpe paralizante al enemigo. 

Reflexión sobre Nuestra Señora

Ser hijo de María significa comportarse como hijo perteneciente a María; es decir, vivir y amar a Nuestra Señora como hijos: no es posible dar a María una ofrenda de uno mismo que tenga más belleza, profundidad y amor que ésta.  Este tipo de devoción se conoce como amor filial, y toda devoción mariana de los santos ha tenido esta particular expresión de intenso amor filial por ella como su "Madre queridísima" ( San Maximiliano Kolbe), "buena Madre" (Santa Margarita María Alacoque), "Madre preciosa" (Santa Verónica Giuliani), "Madre hermosa" (Santa Bertilla), "Madre amada" (San Alfonso de Ligorio), y "mamá mía" (SS. Pablo de la Cruz, Gema y muchos otros).

 

​El solo nombre de María "aumentó los latidos del corazón" de Santa Teresa de Lisieux, hizo levitar en éxtasis a San José de Cupertino, y trajo lágrimas de tierna devoción a los ojos de San Pío de Pietrelcina. Los Santos Vicente Pallotti, Bernardita, Gabriel de la Madre Dolorosa dieron muchos besos cariñosos a la imagen de María. San Esteban Bellesini desgastó muchas imágenes de María con sus cariñosos besos.  Saints Louis de Montfort y Joseph Cottolengo deseaban ser enterrados bajo el altar de María.  

 

Debemos pedir a Nuestra Señora este amor filial.  Pídelo con persistencia, con humilde y afectuosa determinación.  Debemos imitar a san Félix de Cantalicio que estuvo tan atento a ser un buen hijo de María que durante cuarenta años hizo siempre de esta su oración al pasar ante un santuario mariano o_cc781905-5cde-3194-bb3b -136bad5cf58d_altar:  "Oh noble Madre de Dios, deseo amarte como a un buen hijo..." 

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